Bella que dormita
Tocar el cuello argentado
de la bella que dormita
fue mi eterno deseo,
y mis propios versos de plata
como una vela iluminaron el camino.
Mi propia amada, por sí misma,
modeló la portentosa luna vespertina
y, conmovido por el instante,
le ofrecí al Buda un cirio jubiloso,
una antigua plegaria,
mientras llenaba el silencio los espacios
entre las alegres hojas.
Sin embargo, otros deseos
aún angustian al osado vagabundo…
Toco el cuello argentado
de la bella que dormita,
mas mi eterno deseo queda insatisfecho.
Toco sus labios…
Thursday, September 17, 2009
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